A LA ZAGA: DECADENCIA Y FRACASO DE LAS VANGUARDIAS DEL S. XX
Eric Hobsbawm
---------
Editorial Crítica. Publicada en Pie de página. Junio de 2006
---------
A la zaga (“Behind the Times”) es el texto que queda de una conferencia dictada por Eric Hobsbawm en las Walter Neurath Memorial Lectures en 1998. El historiador presenta aquí el desarrollo de algunas de las ideas sugeridas en uno de los capítulos de su anterior Historia del Siglo XX (también publicada en castellano por la editorial Crítica): para Hobsbawm, quien aclara desde el principio no ser un historiador del arte, y, por consiguiente, no estar comprometido con juicios de valor estéticos acerca de lo que se va a pronunciar, las artes visuales del siglo pasado estuvieron desde el principio condenadas a un doble fracaso, fracaso que terminó por comprobarse durante la primera mitad del s. XX. Por un lado, afirma Hobsbawm, la pintura y la escultura –la arquitectura queda excluida, por razones que apenas se sugieren a lo largo de la conferencia– perdieron la capacidad de cumplir con la tarea que el mismo arte se había propuesto desde el s. XIX: la de expresar, captar en imágenes y comunicar la época presente (Hobsbawm cita la famosa frase inscrita en la fachada del edificio de la Secesión vienesa: “Der Zeit ihre Kunst, der Kunst ihre Freiheit” – “Cada época su arte, cada arte su libertad”). Por otro lado, pero estrechamente ligado a lo primero, frente a las nuevas tecnologías las artes visuales terminaron aceptando su incapacidad para “competir” en la búsqueda y consecución de nuevas formas de expresión.
Las reflexiones de Hobsbawm ponen en escena, así, las preguntas y problemas que trae consigo, desde el principio, todo acercamiento a la historia del arte del siglo pasado y que son punto de partida necesario para la comprensión del arte contemporáneo. Se esté de acuerdo o no con los análisis que ofrece el autor, vale la pena leerse la conferencia, no sólo porque sean las palabras de uno de los historiadores más importantes del siglo pasado, cuyas opiniones están fundamentadas en sus extensos conocimientos sobre –para ponerlo en sus propias palabras– la “profunda revolución” que ha experimentado, a lo largo del s. XX, el “modo de mirar el mundo y aprehenderlo”, sino también porque siempre es bueno mirar las cosas desde el otro lado del espejo, ya sea para poner en duda o para reafirmar lo que vemos reflejado desde nuestro lado.
Las artes visuales se enfrentan a lo largo del s. XX con una paradoja que, según el historiador, las pone en entredicho frente a otras manifestaciones culturales: pretenden “superar” el arte del pasado a través de nuevas y cada vez más originales formulaciones, pero se alimentan necesariamente del arte tradicional y del estatus que éste concedía al artista y a la obra. Sin embargo, y éste es el giro que tal vez Hobsbawm no tiene en cuenta en sus reflexiones, la paradoja misma se hace visible en el arte contemporáneo, a través de expresiones artísticas radicales a las que él mismo hace mención, como el dadaísmo –o quizás, mejor, habría que hablar aquí de “nihilismo artístico”– de Marcel Duchamp o las declaraciones del pop art a través de la controversial figura de Andy Warhol. Es cierto que el arte visual pierde su lugar privilegiado, pero también lo es que en su expresión contemporánea se hace consciente y comunica esta pérdida: ¿puede hablarse aquí, por consiguiente, como habla Hobsbawm, de incapacidad de comunicación? Es verdad, si pensamos en cifras –a las que, como historiador, el autor hace referencia constantemente–, que va mucha menos gente a la Tate Gallery que las salas de cine. Pero esto no es suficiente para asumir la incapacidad que el arte visual ha tenido y sigue teniendo, actualmente, de comunicar y expresar las paradojas que rodean su misma existencia. Que la expresión no sea ya la de la vida en general, sino la de la situación del arte mismo en la sociedad, no significa que el arte visual no cumpla aún hoy con la tarea de transmitir, en imágenes, una manera particular de comprender el mundo.
Por otro lado, si bien es cierto que frente a las nuevas tecnologías los artistas visuales declararon desde el principio su derrota en la “competencia”, dicha derrota sirvió para que la pintura y la escultura dejasen de ser valorados en términos de competencia frente a la fotografía, el cine, la televisión o la publicidad. Dice Hobsbawm: “las artes visuales han sido conscientes tanto de la competencia de la tecnología, como de su incapacidad para sobrevivir a esa competencia”. ¿Es justo poner en duda el lugar de las artes visuales en estos términos? Dicha competencia, como lo han mostrado muchos de los historiadores del arte contemporáneo, y como lo puede ver cualquiera que vaya hoy en día a una exposición, ha servido más bien de impulso para la reformulación del valor y la tarea del arte en la época presente. No se ha tratado de perder la competencia, sino más bien de retirarse de ella y abrir nuevos caminos de expresión y sentido. Que sea cierto que eso dé lugar a la incertidumbre, y a un sinnúmero de artistas y obras que producen más preguntas que respuestas, no es razón suficiente para hablar de fracaso: al contrario, comprueba una vez más que las artes visuales contemporáneas siguen siendo expresión y puesta en escena de los conflictos que nos caracterizan hoy. Habría que preguntarse si no es el arte el que se encuentra “a la zaga” de los tiempos presentes, como parece sugerir el título de la conferencia, sino más bien el espectador el que se ha quedado “detrás de los